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Se suman dos a las víctimas por transfobia en todo el mundo

El pasado lunes 29 de diciembre una pareja asesinó a Dylan Parra, una mujer transexual de 26 años en la comuna de La Pintana, Chile, "primero arrojándole ácido en la cara por parte del hombre y después dándole una apuñalada en el pecho que recibió de la mujer", según precisó el dirigente del Movimiento de Integración y Movilización Homosexual de Chile. Según su declaración, "la joven murió horas más tarde en el hospital de la comuna". Además, según alegaba la madre de la joven asesinada, "Dilán había sido previamente objeto de burlas por su identidad de género".
Los responsables aún están libres y sin identificar.



A este caso de transfobia se le suma el suicidio el pasado 28 de diciembre de Leelah Alcorn, una menor de 17 años de Ohio que se suicidó arrojándose al paso de un camión después de dejar una carta en la que culpaba a sus padres y a su religión de su suicidio por no reconocerla nunca como mujer. Aún después de su muerte, su madre, Carla Alcorn, no reconoce a su hija como mujer y se refiere a ella como "hijo" y utilizando su nombre de nacimiento (Josh Alcorn). Según sus declaraciones a la CNN, no apoyaban su decisión en términos religiosos pero siempre le decían que la amaban incondicionalmente.



Se abrió una páginaen Facebook en la que se pide "Justicia para Leelah Alcorn" y en la que se pide aprobar una ley con el nombre de la joven para prohibir a los niños transgéneros que sean sometidos a terapia para que acepten el cuerpo en el que nacieron.

La carta de Leelah:
Si estás leyendo esto significa que me he suicidado y evidentemente no he podido borrar este post de la cola.Por favor, no estés triste; es por mi bien. La vida que habría vivido no merecía la pena ser vivida... porque soy transgénero. Podría explicar detalladamente por qué me siento así, pero esta nota probablemente vaya a ser lo suficientemente larga de por si. En sencillas palabras: me siento una chica atrapada en el cuerpo de un chico, y me he sentido así desde que tenía cuatro años. Nunca supe que había una palabra para este sentimiento, ni que era posible que un chico se convirtiera en una chica, así que nunca se lo dije a nadie y simplemente continué haciendo las cosas típicas que hace un chico para intentar encajar.Cuando tenía 14 años aprendí lo que significaba transgénero y lloré de felicidad. Después de diez años de confusión, por fin comprendí lo que yo era. Inmediatamente, se lo conté a mi madre, y reaccionó de forma profundamente negativa, diciéndome que era una fase, que yo no querría nunca verdaderamente convertirme en una chica, que Dios no comete errores y que yo estaba equivocada. Si estás leyendo esto y son padres, por favor, no le digan eso a sus hijos. Incluso si son cristianos o están en contra de la gente transgénero, jamás se lo digan a nadie, y menos todavía a sus niños, porque no conseguirán más que hacer que se odien a sí mismos. Eso es exactamente lo que me sucedió a mí.Mi madre empezó a llevarme a un terapeuta, pero sólo me llevaría a uno cristiano (que tienen un gran sesgo), así que en realidad nunca tuve acceso a la terapia que realmente necesitaba para superar mi depresión. Sólo conseguí más cristianos diciéndome que era una egoísta y estaba equivocada, que tenía que acudir a Dios para conseguir ayuda.Cuando tenía 16 años asumí que mis padres nunca me comprenderían, y que tenía que esperar como mínimo hasta los 18 para empezar cualquier tipo de tratamiento de transición de género, lo que me partió el alma por completo. Cuanto más esperas, más difícil es la transición. Me sentí desesperanzada, que iba a seguir viéndome físicamente como un hombre disfrazado el resto de mi vida. En mi cumpleaños número 16, cuando no conseguí el consentimiento de mis padres para empezar la transición, lloré hasta dormirme.Desarrollé una especie de actitud *que se jo…* hacia mis padres y me declaré públicamente homosexual en el colegio, pensando que tal vez si decidiera declararme como trans tendría un menor impacto. A pesar de que mis amigos reaccionaron positivamente, mis padres se enfadaron. Ellos pensaban que estaba atacando su imagen y que lo que quería era avergonzarlos. Querían que fuese el perfecto niño cristiano normal, y eso obviamente no era lo que yo quería.Así que me sacaron del colegio público, se llevaron mi ordenador y mi teléfono y me prohibieron utilizar cualquier tipo de red social, aislándome completamente de mis amigos. Este fue probablemente el momento de mi vida en el que más deprimida estuve, y me extraña que no me suicidara. Estuve completamente sola durante cinco meses. Sin amigos, sin apoyo ni comprensión, sin amor. Sólo con el desacuerdo de mis padres y la crueldad de la soledad.Al final del año académico, mis padres finalmente me devolvieron mi teléfono y me permitieron volver a las redes sociales. Yo estaba emocionada, por fin tenía a mis amigos de vuelta. Ellos estaban sumamente emocionados de verme y hablar conmigo, pero sólo al principio. Con el tiempo me di cuenta de que no se preocupaban lo más mínimo por mí, y me sentí todavía más sola de lo que me había sentido en un principio. A los únicos amigos que pensé que tenía, sólo les gustaba porque me veían cinco veces por semana.Después de un verano, prácticamente, sin amigos, más el peso de tener que pensar en la universidad, ahorrar dinero para mudarme, mantener mis notas, ir a la iglesia cada semana y sentirme como una mierda porque todo el mundo allí estaba en contra de todo por lo que yo vivía, decidí que había tenido suficiente. Nunca voy a poder tener una transición existosa, ni siquiera cuando me mude. Nunca voy a ser feliz con la forma en que me veo o sueño. Nunca voy a tener suficientes amigos. Nunca voy a tener suficiente amor. Nunca voy a encontrar a un hombre que me ame. Nunca voy a ser feliz. Viva el resto de mi vida como un hombre solitario que desearía ser una mujer, o viva el resto de mi vida como una mujer solitaria que se odia a sí misma. No hay forma de ganar. No hay salida. Ya estoy lo suficientemente deprimida, no necesito que mi vida se convierta en algo peor. La gente dice que mejorará, pero eso en mi caso no es verdad. Va a peor. Cada día estoy peor.Este es el quid (punto esencial), es por lo que siento ganas de suicidarme. Disculpa si no es una razón lo suficientemente buena para ti, pero para mí lo es. Respecto a mi voluntad, quiero que el 100% de todo lo que legalmente poseo sea vendido, y el dinero (junto con mi dinero en el banco) sea donado a movimientos por los derechos civiles de los transexuales y grupos de apoyo, no me importa un capullo a cuál. La única forma de que descanse en paz es que un día la gente transexual no sea tratada de la misma forma que yo lo he sido, sino que sean tratados como seres humanos, con sentimientos válidos, con derechos. El género debe ser enseñado en los colegios, cuanto más temprano mejor. Mi muerte debe significar algo. Mi muerte debe sumar en el número de gente transgénero que se ha suicidado este año. Quiero que alguien se moleste en mirar ese número y diga esto está jodido y lo arregle. Que arregle la sociedad. Por favor. (Leelah) Josh Alcorn


Estos dos casos dejan en relieve la vulneración de los derechos que sufren aún las personas LGTB a diario, además de ser delito en 78 países y tener sentencia de muerte en 6 de ellos.

Según un informe elaborado por la Secretaría del Estado de Igualdad. la práctica totalidad de las personas LGTB han sufrido agresiones, insultos o rechazo, o bien lo han conocido de otras personas LGTB de su alrededor. En cualquier caso, todos y todas son conscientes de vivir en un cierto riesgo a causa de su orientación sexual o su identidad de género.

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